¿A qué se refiere “sonorizar”?
Sonorizar es trasladar un sonido del escenario hacia todos y cada uno de los escuchas de una audiencia en forma clara, o sea con un nivel aceptable (no muy quedito y no muy fuerte) y con buena inteligibilidad (que se entienda el mensaje de dicho sonido).
¿Qué retos podemos encontrar al sonorizar un espectáculo?
Dos retos que encontraremos son, por un lado, la diferencia de nivel sonoro entre las distintas fuentes, y por otro lado, la necesidad de llevar el sonido, con calidad, a todos los asistentes al evento.
Una flauta dulce o un violín o un cantante producen un sonido mucho más débil que los tambores de una batería o una trompeta. Si nuestra producción tiene una flauta, un actor que habla o canta y una sección de trompetas y tambores, será necesario reforzar el sonido producido por los primeros para que todos ellos puedan ser escuchados por la audiencia a un nivel balanceado. Será necesario ponerles micrófonos y amplificar la señal para reproducirla usando sistemas de bocinas.
Para enfrentar el segundo reto, esos sistemas de bocinas se colocan distribuidos en distintos puntos del recinto para lograr una cobertura total: cada una de las butacas debe estar cubierta por algún sistema para que todos los asistentes escuchen bien.
Otro fenómeno inherente a la sonorización y que puede convertirse en un gravísimo problema es la retroalimentación electroacústica, mejor conocida como feedback. Ocurre cuando un sonido es captado por un micrófono, amplificado y reproducido por un sistema de sonido y a su vez re-alimentado otra vez al mismo micrófono. Esto causa que la intensidad del sonido crezca rápidamente hasta volverse un fuerte ruido que rompe por completo la continuidad del evento, puede afectar los sistemas de audio- descomponer componentes de las bocinas y audífonos y hasta quemar los transistores de los amplificadores- e incluso puede lastimar los oídos de la audiencia y de los actores y los músicos. Es un problema grave que hay que combatir mediante la prevención y el control en todo momento.
¿Qué técnicas y estrategias se usan con respecto a los micrófonos para enfrentar esos retos?
En general, para la orquesta se usan técnicas de microfoneo muy cercanas para evitar contaminación entre las distintas fuentes, y micrófonos de condensador con sensitividades o factores de transducción altos para tener la menor pre amplificación posible.
Los actores deben llevar micrófonos Lavalier omnidireccionales con sensitividades altas. No está de más mencionar que es fácil que alguno de ellos falle, así que vale la pena considerar que los personajes principales tengan dos micrófonos funcionando todo el tiempo.
¿Cómo se evita o disminuye el riesgo de tener retroalimentación?
Lo más importante (y sorprendente) es que ¡no hay monitoreo de voces en el escenario! Para que un artista pueda tocar su instrumento, necesita escuchar el sonido que está produciendo. En la gran mayoría de los espectáculos musicales, los músicos tienen sistemas de monitoreo en los que el ingeniero de sonido le manda a cada músico su propio sonido para que se escuchen a si mismos y de ese modo puedan tocar. Los cantantes de teatro musical aprenden a cantar sin estos sistemas de monitoreo. Tener un feedback en una producción grande es absolutamente inaceptable.
¿Cuál es el rol del ingeniero de mezcla?
El ingeniero de mezcla es el encargado de mandar combinaciones balanceadas de los distintos elementos sonoros a los diversos sistemas de refuerzo para lograr llevar un sonido de buena calidad a cada uno de los miembros de la audiencia y de la producción- los actores en el escenario y los que están detrás, en el backstage y en las piernas; los músicos, el director musical y hasta las oficinas de producción, los lobbies e incluso los baños del teatro en algunos casos.
Debe contar con un guión de mezcla y hace lo que yo llamo “mezcla de alta precisión”. En el guión de mezcla se encuentra anotado el nivel del fader de cada uno de los elementos en cada momento de la obra- orquesta, reverb de orquesta, reverb de voz, coros y personajes principales por separado y cualquier efecto sonoro que se utilice-, y el mezclador debe seguirlos al pie de la letra, haciendo pequeñas correcciones en los niveles de los faders en respuesta a lo que pasa en escena: si alguien habla o canta muy fuerte hay que bajarle, y si habla o canta muy quedito, hay que subirle. Incluso hablando y cantando a un nivel correcto, es necesario apoyar algunas sílabas o hasta algunas letras de algunas palabras. En general, se apoyan las vocales (y las partes queditas) y se atenúan las consonantes (y las partes fuertes).
Además se hace un trabajo de limpieza que implica que solo están abiertos los micrófonos cuando los actores o músicos están generando un sonido que debe sonar para la audiencia- mientras están diciendo un diálogo o cantando o tocando- pero nunca cuando están “callados”. En cuanto un actor termina de hablar o de cantar, su micrófono se cierra. Lo mismo ocurre con los músicos. Nunca se escucha cómo se aclaran la garganta, como tragan saliva, como bostezan o la enorme variedad de ruiditos que hacemos cuando estamos “callados”. Solo suena lo que tiene que sonar.
El trabajo del mezclador de audio de una producción de teatro musical es un trabajo de alto riesgo que requiere de un 100 % de concentración durante el 100 % del tiempo que dura la obra. Nunca se debe quitar el dedo del fader. La gratificación es que, aunque la gente no lo sepa, si disfrutaron la obra es porque la obra sonó bien. Cuando tú eres el mezclador, sabes que el aplauso de la gente al final de la obra, es para ti.
Texto de Víctor Stern
Bibliografía: Libro del Curso de Sonorización de Sala de Audio de Luis Quiñones y Salvador Tercero